El río de la vida

En el año 2005 tuve la suerte de poder asistir a una conferencia – coloquio donde uno de los ponentes era Germán González Andrés . Hoy os traigo a mi pequeño rincón un cuento que nos relató en dicha ponencia sobre Inteligencia Emocional – La Felicidad en el trabajo y os invito a que si tenéis oportunidad le conozcáis porque es diferente, es innovador y tiene una capacidad de llegar a la gente más allá de donde uno mismo quiere ir.

“Siendo niño, muy niño, vivía yo en una pequeña aldea de Chuquisaca (Bolivia). Cuando apenas tenía 7 años oí hablar a mi padre del Río de la Vida.
Intrigado, me puse manos a la obra y lo busqué, lo busqué con todas mis ganas, con todas mis fuerzas, con todo mi anhelo. Buscando, buscando, un día encontré un río, había visto otros muchos, pero rápidamente me di cuenta que ese era el Río de la Vida.
Me descalcé, me subí los pantalones hasta las rodillas y me introduje en él.

La temperatura del agua era agradable, estaba rodeado de peces de colores, mientras andaba con los brazos abiertos, notaba que las piedras del fondo eran lisas. Flotaban en el agua pétalos de rosas y de fondo se escuchaba música de Mozart. Me encontré con un pez que me empezó a acompañarme en mi paseo por el cauce. Andamos, andamos y llegamos hasta una cascada de agua fina y cristalina.

Allí jugamos y jugamos hasta el atardecer y cuando apenas quedaba luz, emprendimos el camino de regreso. Llegamos a donde había salido, me despedí de mi nuevo amigo, cogí mi ropa y volví hacia mi casa. Llegué tarde y al entrar miré a mi papa quien al verme, con mucha serenidad y sin reñirme me dijo: “yo de pequeño también estuve allí”, pero nunca más pude volverlo a encontrar.

El niño le dijo a su papa: ¡no te preocupes!, con el bocadillo que no me comí, deje un camino de migas y mañana seguiremos el rastro y podremos volver.

A la mañana siguiente, padre e hijo, iniciaron el camino. ¡Las migas no están!, exclamó el niño. Quizás el viento se las llevó o quizás los pájaros se las comieron.

Se pusieron a buscar y buscar, pero no, ¡no lo encontraron!. Y pasó el tiempo, los días, las semanas, los meses, las estaciones, años.... Tres años después, apareció un anuncio en la aldea que informaba a todos de la próxima construcción de una presa 40 kms mas arriba de donde vivíamos. ¡Necesitaban mano de obra, decía el anuncio!.

Corrían malos tiempos, éramos una aldea pobre: vamos papa, es una oportunidad.

Y los dos juntos se pusieron en camino en pos de una oportunidad que les permitiera mirar al futuro con optimismo. Al llegar al lugar citado en el anuncio, se encontraron en una explanada dentro de la selva, una oficina de madera y una larga cola de gente que, como ellos, también esperaba su oportunidad. Por fin les llegó el turno y al entrar, detrás de una mesa había un señor muy grande, con muchas arrugas, el pelo muy blanco y un gran bigote.

El pequeño, lejos de intimidarse por la situación, se quedo mirando fijamente una pared. Había allí colgado uno de esos grandes mapas con relieve, donde se veían con claridad las montañas, el campo, las llanuras, los ríos... Se puso muy contento, tanto que ya no se acordaba para que estaba allí.

Quizás, quizás si busco, pueda volver a encontrar el Río de la Vida.

De repente, aquel Señor fuerte, se acercó a mí y me preguntó:
¿qué buscas en el mapa?. El río de la vida, le contesté. El, me miró muy seriamente y con voz profunda y mirada directa me respondió:
¡El Río de la vida no existe!.
¡Si existe, yo me he bañado en él!
¡Imposible, estarás confundido, el río de la vida no existe!.
¡De verdad que si!
¡Imposible, nadie lo ha podido ver!.
¡Si, mi papa y yo nos bañamos en él!.
¡Papá, díselo, tu también lo pudiste ver!.
¡Dile si existe o no!.

El papá, que necesitaba el trabajo, se volvió hacia mi y con voz baja y temblorosa dijo: “hijo este Sr. es un experto y si dice que el río de la vida no existe debe ser porque no existe”.

Allí aprendí algo, ..................... Yo tenía que tener mucho cuidado con los expertos. Un experto sabe lo que sabe, nada más. ¡El río de la vida existe, porque yo me bañé en él.

Te digan lo que te digan, sigue pensando en ti y cree en tu historia y lucha por ella.

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